domingo, 7 de abril de 2013

Un día de mi vida en el paraíso


Un pibe de Colegiales, que para en la Plaza Mafalda, anda con una Bottechia roja del 98, cadete y recepcionista, le pone tanta buena onda a la vida que de repente la pega y se va tres meses de viaje a una isla en el caribe.
Isla mujeres está ubicada en la península de Yucatán, del golfo de México y mar Caribe. A media hora en ferry desde Cancún, la isla de 7,5 km de extensión es famosa por sus abundantes palmeras, playas de arena blanca y agua cristalina.
La isla mujeres hace honor a su nombre y llena las calles y playas con diosas, angeles y princesas. Un mix femenino que incluye hermosuras de todas partes del mundo. Argentinas, italianas, israelitas y suizas copan la parada con actitud y verdadera belleza.
La playa es un jaque mate a la fe cristiana, un paraíso terrenal. No hay que esperar más, venid, traed y difundid la noticia. ¡El paraíso llegó hace rato, solo hay que viajar hasta allí!
Cuestión que este pibe consiguió un laburo de voluntario en un hostel re piola en la isla y trabaja todos los días de 8 a 12 ("8:30 después de desayunar, hasta 11:45 maso, con media horita de recreo") limpiando la playa y otros lugares a cambio de alojamiento en una habitación compartida para 8, ("entran, salen las mujeres, y son todas lindas") comidas y mitad de precio en la barra.
Relato de Diego Adur, el fumeta que la pegó.

La alarma me despierta 7:45, pero me levanto a las 8. Cepillada de dientes, caguito y a desayunar. Voy caminando tranqui, todavía medio dormido, saludando amigos al pasar. Me sirvo una buena taza de café con leche y dos tostadas de pan negro, una con cajeta ahumada (DDL) y otra con mermelada de fresa. Me siento con Marito y con Ale, nos pasamos la habitual buena onda enérgica de todas las mañanas y escuchamos el cantar de los pájaros, también despertando y saludando al sol.
8 y media masomenos arranco para la playa. Trabajo junto a mi amigo Juanma, que siempre aparece a las 9. Junto botellas, vacío los ceniceros, levanto las colillas, vasos y toda basura que haya. Alguno de los dos rastrilla la cancha de voley y otros sectores. También hay que sacar ramas de palmeras caídas, cocos y todo tipo de hojas grandotas. Tranqui, parando, relajado, pero metiendo, le doy hasta las 9:30, 10. Ahí viene el recreo y pinta fumar un churro de porraco, marihuana y tabaco. Me junto con la banda en el observatorio, un lugar re piola. Es un cubo de cuatro paredes de cemento sin techo, un par de colchones tirados, ropa colgada, unas pintadas y nada más. Si alguien me preguntara un lugar ideal para fumar mota habitualmente con amigos, respondería la Torre Effeil. No, fuera de joda, el observatorio es un lugar mágico, se reúne mucha buena energía positiva y alegría. La gente se relaciona y se van tejiendo historias. Tiene la ratonera de Jerry, zarpado. Y su nombre es debido al contemplamiento estelar que se produce desde allí. Sencillamente precioso.
Pasaditas las 10 y media voy arrancando para el denominado inframundo, el lugar donde duermen todos los que trabajan en el hostel. Es un depósito de todo el resabio de cosas que van quedando. Generalmente hay bastante para hacer; romper maderas, barrer y juntar hojas, sacar palmeras caídas, cocos y basura. 11:30 ya liquido ahí y me mando para el fogón. Dejo las bolsas de basura, rastrillo un toque y ya voy terminando. 
Llego al cuarto cerca de las 12. Mayita, lentes de contacto, me como una fruta y a la yapla. Voy por adentro, por el mar. Camino hasta el muelle, me meto y voy nadando hasta la playita donde está toda la muchachada. La playa es única. Alucinante. Una belleza. La arena es blanca y suave. Fina, cariñosa. El mar impresiona con sus colores y destellos. Te llama por tu nombre y te invita a adentrarse en él. El agua, cálida por fuera, refrescante por dentro, riega cada parte de tu cuerpo con una intensidad extasiante. 
Cumplida la parte del nado, boludeo un toque en el mar con los pibes, encaramos minitas y jodemos un rato. Me salgo del agua y sigo girando de grupo en grupo, charloteando, divertido. 
Se hacen las dos y vuelvo al Pocna para almorzar. El menú no varia mucho entre pollo,arroz, frijoles y picante. Pollo, muchas formas de pollo, basta de pollo.
De 3 a 4 siestita clave, o en su defecto un poco de lectura o escritura en la cama escuchando musiquita piola.
Ahora ya más organizado llevo a la playa la mochi con cartas, libro, las bolas de malabares, cámara y, en los días mas osados, mate. Me junto con la flia playera y nos colgamos ahí hasta el atardecer. Un espectáculo hermoso, loco. Una bola de fuego imponente dominando el mar eterno, que lo despide con su habitual belleza y respeto. Fotos que aplauden hasta que no se deja ver más. 
Con el regreso va cayendo la noche que, entre paréntesis, es a las 6. Alguna meriendita, pueda ser un crep de nutella que te descoloca la pulsera, unas donitas con licuado en el xpress o la económica, una mateada con emperador de chocolate. Pintan unos pingpones. Se arman partidazos. Mario, gran jugador, devuelve hasta las que no le tiran. Juanmita cuando esta encendido es letal. Ale va mejorando cada día. Pero si esto va sobre mí, hablare de mí. Tengo mis días. Si estoy concentrado y con pilas siento que puedo ganarle a cualquiera. Cuando me entran bien los saques y la derecha baja bien soy difícil. Gano bastante. Pero es verdad que también están los otros días: muchos errores no forzados, saques que se me quedan, se me van largos y me empecino con el remate. Si me bajoneo ya cagué, porque me bloqueo. Y me pongo de malas porque muchos partidos los pierdo yo. En fin, todo es aprendizaje, sigo mejorando del juego y de la cabeza. Huevo.
Así va arrancando la nochecita, con alguna que otra visita al observatorio, ducheli, y a las 9 a cenar. 
Párrafo aparte para hablar de Berta, la cocinera. Una persona con un gran corazón, la quiero bocha a la gorda. Rosi trabaja con ella, mexicana también, más joven y bastante más cabrona, pero bonita persona. Lo bueno de la noche es que casi siempre puedo elegir la comida. Bertucha me consiente. Me da papitas fritas, nachos con guacamole, torta cuando hay y eso. A mi también me gusta ser amable con ella y le doy una mano con lo que necesite en la cocina.
Después de cenar pinta escaviar un toque en la palapa con la gente, aprovechar los descuentos en la barra (queda la corona a 1 dólar, y dos tragos por 2 dólares) y si hay alguna banda piola en La Terraza ir a escucharla. Más que girar por la principal, pasarte por Coconuts o engancharte alguna mina no hay para hacer. 
El día suele terminar en el observatorio, saludando a los amigos que cada día siguen compartiendo y entrelazando sus vidas con la mía

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