jueves, 26 de marzo de 2020

El pasaje a crack


¿Cómo se pasa de ser un futbolista común y ordinario a ser el crack del equipo, el mimado de la hinchada? ¿Cuál es la fórmula mágica para despertar la ovación con tan solo entrar en la cancha? ¿Cómo se genera esa exaltación en el hincha que aumenta la fuerza en su grito y la velocidad del choque de sus palmas cuando la voz del estadio anuncia su nombre?
 El pasaje a crack recorre distintos caminos. Uno más largo, más costoso, que implica años de dedicación y carrera con los mismos colores. Es a base de esfuerzo, de camisetas empapadas en sudor, de rodillas magulladas y corazones entregados en cada partido, en cualquier estadio. Este crack es necesario, tiene que jugar todos los partidos, torneos, copas, amistosos…todos. Es líder, emblema, voz de mando y técnico dentro de la cancha. Carga con las mayores responsabilidades de su equipo. El reconocimiento que obtiene este tipo de crack es eterno. Es un amor fiel e incondicional. No importa si en algún momento baja su nivel, porque sucede. Lo que importa es la historia que deja en su camiseta. En la mayoría de los casos, estos cracks saben retirarse a tiempo. Saben cuándo es el momento para otros, para algún futbolista más joven y más ambicioso. Porque estos tipos de cracks no lo son solo en la cancha, sino que en todo lo demás.
Otro de los caminos hacia la conversión en crack implica un extenso trayecto cargado con numerosas ocasiones para demostrar su talento. No va a ser el más rudo, ni el que más le hable a sus compañeros. Tampoco el que más corra. Será el encargado de levantar a la hinchada con caños, amagues, quiebres de cintura, asistencias milimétricas, tacos, chilenas y todo lo que quepa en su repertorio.  Este crack se va formando a través del encanto, enamorando a su gente, regalándoles buen fútbol. Es el que despierta el deleite en el hincha. Enciende la llama, levanta el ánimo, nos gusta y enamora. Nos da alegría verlo jugar, verlo bailar en la cancha. Aplaudimos y gritamos como groupies de estrella de rock cada vez que se saca un tipo de encima, cada vez que quiebra su cintura. Nos excitamos cuando lanza ese pase milimétrico para asistir al compañero y nos rendimos a sus pies cuando tira un caño, levanta la cabeza y la clava al ángulo. El crack adorado va a estar en nuestros corazones por mucho tiempo porque nos conquista con la pelota, su varita mágica.
Aunque no todo es sacrificio y habilidad en los viajes hacia el crackariato. Existen aquellos que de un salto recorren todo el trayecto, sorteando tanto la lírica como la mística. De un momento a otro, inesperadamente, se convierten en aquella figura que tantos anhelan ser. Estos afortunados requieren ante todo un escenario ideal. Clásicos, copas, finales. Desafíos específicos para alcanzar la gloria. Son los cracks de los goles importantes, de las actuaciones determinantes. El reloj también es un factor esencial en el nacimiento de este tipo de crack. Mientras  más cercano al final del partido sea su gol o su hito, más fuerza tendrá su nombramiento. No importa aquí ni su talento ni su sacrificio en los partidos anteriores. No, lo que importa es que fue él y no otro quien con su astucia desató esa euforia incomparable en la vida de este deporte que te produce vencer a tu rival predilecto, cumplir objetivos y levantar trofeos. El grito de gol, como rugido leonino, penetrando por sus oídos en su piel, corriendo esa carrera eterna del festejo, transformando lágrimas en sonrisas son los actos de consumación de este crack. Un crack instantáneo, que cuenta con el apoyo unánime de una parcialidad endulzada. Dependerá de su carácter y su confianza mantener encendida esa llama.
Así, sea cual fuera el camino que haya transitado, el crack es un ser único, iluminado. Y si llegó a su destino es porque llegó a ser quien es. Porque el crack nace crack, solo es cuestión de esperar qué tanto recorrido deba transitar. Mientras tanto, disfrutemos su camino.

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