Para acceder a este taller es importante recordar que
durante la semana previa NADA se dice respecto al partido que se viene. Es
preciso mantener un perfil bajo. Si son otros quienes sacan el tema, tendremos
que recurrir a la tan conocida anti mufa y responder: “No jugamos a nada nosotros,
nos van a romper el culo”. Me detengo aquí porque es muy importante remarcarlo.
Es necesario creer que así va a ser, para que el otro también lo crea. Acá no
cuenta eso de la confianza y seguridad, porque no somos nosotros los que vamos
a jugar el partido, al menos no con la pelota. Mientras más le auguremos una victoria
de su equipo, rotunda y apabullante, mejor efecto surtirá lo aprendido en este
taller.
Nuestro equipo ganó y nos encontramos con él, ella o ellos
en un sitio con la posibilidad de cruzar unas palabras de forma tranquila.
Sitio tranquilo. Recordarlo. Es fundamental que no se trate de un lugar con música
muy alta ni una fiesta con mucha gente en la que se atropellan para hablar. La
gastada, como todo tipo de arte, tiene que ir gestándose poquito a poco.
Nuestra orientación no es la del burdo “Les rompimos el orto, amargos”,
palmadita en la espalda y seguir viaje. Paciencia para los más eufóricos, la puteada
siempre tiene su lugar solo es necesario encontrarle su tiempo.
Entonces, una vez que nos encontramos con la persona o grupo
de personas a gastar debemos ir acercándonos lentamente. Todavía sin tener contacto
visual, pero mostrándonos. Vamos a mostrarnos serenos, altos, inflados y seguros.
Vamos a producir una sonrisita en la cara, lo suficientemente pronunciada para
que se note, pero sin mostrar los dientes; ese es el límite.
El siguiente paso es tomar asiento junto al grupo o
individuo a cargar. En su defecto quedarse de pie, aunque siempre es preferible
sentarse, demuestra aun mayor tranquilidad. En ese momento, sacaremos un tema ‘X’
que no sea el deportivo e irá dirigido a otra persona que no sea la del equipo
derrotado. Una charla amena, llevadera, pero simple, sin mucha profundidad. No
hay que perder de vista que el tema central va a ser el fútbol.
Poco a poco, ir llevando la conversación al terreno futbolístico.
Si un tercero es quien saca el tema, mejor, mucho mejor. Ahora, aquí lo
importante son los gestos, el semblante del rostro. Nos mantendremos asintiendo
sin decir palabra alguna cuando el entorno esté comentando la gran victoria de nuestro
equipo por sobre el de nuestro chivo expiatorio. Los más sedientos, los que buscan
mayor sufrimiento, pueden meter bocadillos alegando a la suerte, a cuestiones
extra futbolísticas y mirar de reojo como la vena del cuello de nuestro rival
va inflándose de sangre.
Nuestra participación activa va a comenzar cuando el resto
del grupo ya haya acabado con el tópico en cuestión y antes de que se pase a
otro. No importa repetir conceptos ya pronunciados, el meollo de la cargada es
amplificar nuestra victoria al nivel del mundial México ’86; Despacharse con un
monólogo tan confianzudo y complaciente como, ahora sí, si nosotros mismos
hubiésemos conseguido la victoria en la cancha. Glorificar a nuestros jugadores,
a nuestro director técnico, a nuestra dirigencia y al poder de nuestra
hinchada. Somos todo y ellos nada. Este punto es importante, porque aunque
digan lo contrario y quieran demostrar que no, es así como se sienten. Nosotros
ganamos, somos todo. Ellos perdieron y no son nada.
Ahora bien, antes o después de esto, eso varía ante cada
objetivo gastado, habrá un choque entre ellos y nosotros. Los argumentos ya los
conocemos y están de más. Como dicen, la única verdad es la realidad, no hay
merecimientos, ni nobles intenciones. Lo
que puedan refutarnos no tendrá efecto en nuestra oratoria, en nuestro discurso
victorioso. El punto de ebullición, el pasaje de un mero enojo o malestar a la ira
descontrolada en nuestro gastado, la produciremos con risas. Humillantes
carcajadas ante las sandeces que pretenda esgrimir el rival vencido. Porque no
ha de olvidarse nunca este detalle inmenso: Desde el vamos, estamos discutiendo
con un rival vencido. Es necesario mantener la calma en todo momento, ya que el
menor indicio de bronca por nuestra parte puede hacer tambalear todo lo producido
hasta el momento. Recuerden, él ya perdió, todo este asunto es para ahondar en
su derrota y vanagloriarse de eso.
Luego, el límite es personal. Desde aquí no fomentamos la
agresión física, pero tampoco podremos evitar que suceda. Cada uno conocerá a
su gastado y sabrá si debe parar y dónde hacerlo. Lo que si exigimos desde el
taller es no tocar otras temáticas fuera del deporte. Nos dedicamos exclusivamente
a la cargada futbolística. Cuestiones personales, políticas, religiosas,
monetarias, cuáles sean, quedan prohibidas. Después de todo, el fútbol es sólo
un juego, ¿o no?
Mi último consejo, disfruten la gastada. Si realmente logran
que sea placentera para ustedes, es cuando mejor va a salir. Todo puede
simularse, estudiarse y prepararse, pero la felicidad en el rostro es
auténtica. Nada podrá modificarla. El objetivo del taller de la gastada es
hacer enojar al otro, pero el motor para que esto ocurra es el disfrute propio.
Lúzcanse.
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