sábado, 21 de marzo de 2020

Taller de la gastada


Para acceder a este taller es importante recordar que durante la semana previa NADA se dice respecto al partido que se viene. Es preciso mantener un perfil bajo. Si son otros quienes sacan el tema, tendremos que recurrir a la tan conocida anti mufa y responder: “No jugamos a nada nosotros, nos van a romper el culo”. Me detengo aquí porque es muy importante remarcarlo. Es necesario creer que así va a ser, para que el otro también lo crea. Acá no cuenta eso de la confianza y seguridad, porque no somos nosotros los que vamos a jugar el partido, al menos no con la pelota. Mientras más le auguremos una victoria de su equipo, rotunda y apabullante, mejor efecto surtirá lo aprendido en este taller.
Nuestro equipo ganó y nos encontramos con él, ella o ellos en un sitio con la posibilidad de cruzar unas palabras de forma tranquila. Sitio tranquilo. Recordarlo. Es fundamental que no se trate de un lugar con música muy alta ni una fiesta con mucha gente en la que se atropellan para hablar. La gastada, como todo tipo de arte, tiene que ir gestándose poquito a poco. Nuestra orientación no es la del burdo “Les rompimos el orto, amargos”, palmadita en la espalda y seguir viaje. Paciencia para los más eufóricos, la puteada siempre tiene su lugar solo es necesario encontrarle su tiempo.
Entonces, una vez que nos encontramos con la persona o grupo de personas a gastar debemos ir acercándonos lentamente. Todavía sin tener contacto visual, pero mostrándonos. Vamos a mostrarnos serenos, altos, inflados y seguros. Vamos a producir una sonrisita en la cara, lo suficientemente pronunciada para que se note, pero sin mostrar los dientes; ese es el límite.
El siguiente paso es tomar asiento junto al grupo o individuo a cargar. En su defecto quedarse de pie, aunque siempre es preferible sentarse, demuestra aun mayor tranquilidad. En ese momento, sacaremos un tema ‘X’ que no sea el deportivo e irá dirigido a otra persona que no sea la del equipo derrotado. Una charla amena, llevadera, pero simple, sin mucha profundidad. No hay que perder de vista que el tema central va a ser el fútbol.
Poco a poco, ir llevando la conversación al terreno futbolístico. Si un tercero es quien saca el tema, mejor, mucho mejor. Ahora, aquí lo importante son los gestos, el semblante del rostro. Nos mantendremos asintiendo sin decir palabra alguna cuando el entorno esté comentando la gran victoria de nuestro equipo por sobre el de nuestro chivo expiatorio. Los más sedientos, los que buscan mayor sufrimiento, pueden meter bocadillos alegando a la suerte, a cuestiones extra futbolísticas y mirar de reojo como la vena del cuello de nuestro rival va inflándose de sangre.
Nuestra participación activa va a comenzar cuando el resto del grupo ya haya acabado con el tópico en cuestión y antes de que se pase a otro. No importa repetir conceptos ya pronunciados, el meollo de la cargada es amplificar nuestra victoria al nivel del mundial México ’86; Despacharse con un monólogo tan confianzudo y complaciente como, ahora sí, si nosotros mismos hubiésemos conseguido la victoria en la cancha. Glorificar a nuestros jugadores, a nuestro director técnico, a nuestra dirigencia y al poder de nuestra hinchada. Somos todo y ellos nada. Este punto es importante, porque aunque digan lo contrario y quieran demostrar que no, es así como se sienten. Nosotros ganamos, somos todo. Ellos perdieron y no son nada.
Ahora bien, antes o después de esto, eso varía ante cada objetivo gastado, habrá un choque entre ellos y nosotros. Los argumentos ya los conocemos y están de más. Como dicen, la única verdad es la realidad, no hay merecimientos, ni nobles intenciones.  Lo que puedan refutarnos no tendrá efecto en nuestra oratoria, en nuestro discurso victorioso. El punto de ebullición, el pasaje de un mero enojo o malestar a la ira descontrolada en nuestro gastado, la produciremos con risas. Humillantes carcajadas ante las sandeces que pretenda esgrimir el rival vencido. Porque no ha de olvidarse nunca este detalle inmenso: Desde el vamos, estamos discutiendo con un rival vencido. Es necesario mantener la calma en todo momento, ya que el menor indicio de bronca por nuestra parte puede hacer tambalear todo lo producido hasta el momento. Recuerden, él ya perdió, todo este asunto es para ahondar en su derrota y vanagloriarse de eso.
Luego, el límite es personal. Desde aquí no fomentamos la agresión física, pero tampoco podremos evitar que suceda. Cada uno conocerá a su gastado y sabrá si debe parar y dónde hacerlo. Lo que si exigimos desde el taller es no tocar otras temáticas fuera del deporte. Nos dedicamos exclusivamente a la cargada futbolística. Cuestiones personales, políticas, religiosas, monetarias, cuáles sean, quedan prohibidas. Después de todo, el fútbol es sólo un juego, ¿o no?
Mi último consejo, disfruten la gastada. Si realmente logran que sea placentera para ustedes, es cuando mejor va a salir. Todo puede simularse, estudiarse y prepararse, pero la felicidad en el rostro es auténtica. Nada podrá modificarla. El objetivo del taller de la gastada es hacer enojar al otro, pero el motor para que esto ocurra es el disfrute propio. Lúzcanse.

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