Cuando el
bullicio del área comienza a tranquilizarse un poco y las protestas de los
defensores rivales quedan ya sin efecto, acercarse a la pelota con una calma
rítmica, que le demuestre a la hinchada que está confiado para convertir el
gol, pero que al mismo tiempo no le haga pensar al arquero que tiene miedo.
Tomar la bola
firmemente entre las manos y, llevándola a la altura del corazón, dirigirse
hacia el punto blanco. Este es el único
momento en que observa el arco y escoge a qué sitio irá dirigido su remate.
Nunca más vuelve a mirar hacia ese lugar. Aplastar el césped con el botín de su
pierna más dócil y, no apoyarla, sino servirla en el sector del penal de manera
tal que quede ubicada una mitad en el sector pintado del pasto y la otra mitad
en el verde, siempre hacia adelante.
Levantarse
sutilmente, pero usando la mayor cantidad de músculos posibles y sentir la
brisa del viento sacudiendo su camiseta. Retroceder de espalda, siempre mirando
al balón, con pasos firmes y largos. Con los pies a la altura de los hombros y
las manos en la cintura, quedarse mirando al árbitro hasta que se acomode y
esté listo para dar la orden. Retirar el brazo izquierdo de la cadera y dejarlo
inerte en el aire. Mirar fijamente al arquero, sin ninguna expresión en el
rostro, hasta escuchar el pitido del referí.
Levantar la
vista hacia su hinchada y sonreír. Bajar la mirada nuevamente hacia el arquero,
pero ahora con ojos amenazantes, como frunciendo el seño. Mantener siempre la
vista en sus ojos. Apagar los oídos.
Deslizar el
brazo derecho y, junto con la cintura, emprender la carrera. Una vez que el
brazo derecho y el extremo derecho de la cadera se columpiaron hacia adelante,
empezar a correr. El primer paso se da con la pierna que golpeará la pelota y
es el encargado de la precisión y la firmeza en la pisada. El otro deberá encargarse de la velocidad.
Antes del
momento de impactar el tiro, el brazo del lado que va a golpear la pelota debe
bajar y el otro subir. El cuerpo debe columpiarse ligeramente hacia el lado
opuesto al que va a rematar y el talón del pie encargado de arremeter contra la
bocha deberá cortar el aire que hay entre el suelo y la nalga, para después
impulsarse con extrema fiereza o sutil audacia hasta impactar la pelota.
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